Ante los graves acontecimientos que hoy se desarrollan en Venezuela las distintas organizaciones políticas, sindicales y cívicas de la ciudad de Granada abajo firmantes hacen un llamamiento al pueblo Andaluz para denunciar y condenar el golpe de estado internacional y las injerencias extranjeras en Venezuela con que el imperialismo y las élites económicas y políticas que lo dirigen intentan socavar la soberanía nacional de la República Bolivariana de Venezuela, derrocar a su gobierno legítimo e imponer una confrontación civil de carácter internacional.
La situación no es nueva. En el año 2002 intentaron dar otro golpe de estado llegando al extremo de secuestrar al presidente Hugo Chávez y situar en el palacio presidencial al presidente de los empresarios venezolanos Pedro Carmona Estanga. Toda una declaración de intenciones ante la cual sobran los discursos y las soflamas de los medios de comunicación acerca de la “libertad” y la “democracia”. Los mismos que entonces apoyaron y organizaron aquel golpe de estado están detrás de esta maniobra política y mediática con que la oligarquía venezolana, por medio de la extrema derecha, pretende usurpar ilegal, ilegítima y antidemocráticamente el gobierno bolivariano para ponerlo al servicio de las potencias imperialistas extranjeras.
La campaña internacional por el “reconocimiento” del autoproclamado Juan Guaidó como “nuevo presidente” deja en evidencia como cada vez más los mecanismos democráticos más elementales son considerados un accesorio superfluo o innecesario para el mundo de los negocios. Los reglamentos mínimos de la legalidad internacional, así como los resortes democráticos de participación suponen un obstáculo para un sistema económico en descomposición que tiene por objetivo fundamental obtener beneficios. Da igual el precio a pagar por ello. Si para que renten los negocios hay que empobrecer a los pueblos, socavar su soberanía, robar sus recursos materiales o atacar a sus poblaciones, se los empobrece, somete, roba y ataca. En Venezuela no hay un problema de déficit democrático como intentan vendernos a través de sus medios de comunicación para que cerremos los ojos y apoyemos este acto ilegal, ilegítimo y antidemocrático. En Venezuela hay petroleo, mucho petroleo. Pero además hay otros inmensos y valiosísimos recursos naturales. Las multinacionales y especialmente el imperialismo norteamericano se creen con el derecho a disponer de ellos como si fuesen suyas. En ese sentido, denunciamos al Gobierno de Pedro Sánchez y su chantaje que sólo tiene como objetivo acabar reconociendo a Juan Guaidó como presidente de Venezuela entrometiéndose en los asuntos internos de dicho país alineándose de ese modo a la derecha y extrema derecha del estado español.
Los que explotan al pueblo trabajador, los que nos roban día a día, los que desahucian a las familias trabajadoras, los que pretenden deportar a los trabajadores y trabajadoras inmigrantes, quienes atacan los servicios sociales básicos y derechos elementales como pensiones, sanidad y educación públicas, quienes ya no toleran la libertad de expresión, quienes intervienen militarmente en otros países con el único fin de obtener lucro, quienes nos imponen explotación, paro y precariedad, quienes nos empujan a vivir miserablemente y sin expectativas de futuro, quienes nos empujan a emigrar, quienes ponen en peligro el medio ambiente y organizan guerras imperialistas por todo el globo… son quienes alientan, apoyan y organizan este golpe de estado orquestado internacionalmente en beneficio de los intereses de las grandes multinacionales y los grandes monopolios de la extracción de recursos naturales. En esa tarea están y pretenden convencer al pueblo trabajador a través de la manipulación más descarada por sus medios de censura y desinformación. Tienen la osadía de pretender revestir de “acto democrático” un golpe de estado que la oligarquía venezolana quiere imponer a través de la extrema derecha que una y otra vez ha quedado absolutamente desacreditada ante el pueblo venezolano, que una y otra vez no ha podido ganar en las urnas al Gobierno Bolivariano.
Las organizaciones firmantes denunciamos el golpe de estado de la extrema derecha en Venezuela con la colaboración del imperialismo y llamamos al pueblo andaluz a rebelarse ante esta situación diciendo ¡Basta a las injerencias imperialistas! ¡Ningún reconocimiento al autoproclamado Juan Guaidó como presidente por parte del gobierno del Estado español!
Nadie salvo el pueblo trabajador de Venezuela tiene el derecho a elegir o deponer a sus gobernantes. Son los trabajadores y trabajadoras de Venezuela quienes tienen que determinar su futuro y no Donald Trump, Bolsonaro…, la OEA o la Unión Europea.
La solidaridad internacionalista es el arma de los pueblos. ¡Por la paz, la democracia, la soberanía de los pueblos!
Como contrapeso, ante los que repiten, para apoyar el golpismo en Venezuela, que Maduro es un usurpador, dejamos una serie de enlaces para deshacer las mentiras que los medios de comunicación repiten de manera casi unánime para legitimar, una vez más, el imperialismo y el fascismo.
En primer lugar un artículo que con diez verdades trata de deshacer la mentira del carácter ilegítimo de la presidencia de Maduro.
En segundo lugar, un enlace a una entrevista realizada al expredidente Zapatero, realizada por un medio argentino (aquí los medios han preferido darle voz a Felipe Gonzalez), donde reconoce las verdaderas razones de los sucesos en Venezuela.
Las cifras cantan cuando dicen que Venezuela es una dictadura:
Nicolás Maduro de Venezuela con el 31,7{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} de participación obtuvo el 67,8{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} de síes.
Donald Trump de los EEUU con el 27,3{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} de participantes obtuvo el 46{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} de síes.
Mauricio Macri de Argentina con el 26,8{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} obtuvo el 51,2{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351}.
Sebastián Piñera de Chile con el 26,5{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} obtuvo el 54,6{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351}.
J. P. Santos de Colombia con el 23,7{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} obtuvo el 53,1{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351}.
Y Juan Guaido de Venezuela con el 0,00{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351} obtuvo el 0,00{adc1a718f5b3fba683992c834cc0c3d465e84b8e6776cb24795aa5a307525351}.
En un viejo relato de Quim Monzó el príncipe azul encuentra en mitad del bosque a la princesa anestesiada. La besa. La despierta. Recorre su cuerpo y hace el amor con ella. Justo al terminar, al menos así recuerdo yo el cuento, vislumbra un poco más allá otra princesa dormida que reclama ser despertada. Y un poco más allá una tercera. La cuarta… Es un cuento magnífico sobre la lógica del deseo. Durante las primeras páginas de Feliz final pensé que Isaac Rosa contraponía esta lógica del deseo, infinito y repetitivo, en el que todo es aparentemente distinto pero exactamente igual, como princesas roncadoras a la espera de un encuentro sexual, al compromiso ético, al acto de amor del que hablan Badiou o Žižek, al acontecimiento que suspende la lógica repetida del deseo. Pero no es así.
Al comienzo de la novela, al final de la relación -cuando han vaciado la casa en la que convivieron- Ángela, que ya sabe que Antonio no quiere mantener la relación, alega por este compromiso ético que nos ata contra la lógica del consumo -algo que Isaac Rosa ya trató en La habitación oscura (2013): siempre acabamos invocando la libertad, pero qué libertad es esa, la jodida libertad es la trampa con la que nos están quitando el suelo bajo nuestros pies, estoy hasta el coño de tanta libertad, libertad de elegir colegio, libertad de elegir médico, libertad de elegir una carrera, un trabajo, un futuro, libertad de negociar tus condiciones directamente con el empresario […] y todo ese amor que no es amor libre sino liberalizado, ¡que se vayan a la mierda con su libertad! [p.44-5]
Esa libertad que no es más que la lógica huidiza del deseo, es la que corrompería ese compromiso ético: Aquella noche, en el hostal sin calefacción, nos abrazamos para quitarnos el frío, pero éramos nosotros los que irradiábamos frío porque estábamos muertos. En esos meses me apretaba contra ti cada noche, sí, pero cuanto más lo hacía, más sentía que abrazaba un cadáver. El cadáver de tu deseo. Era tu deseo lo que estaba muerto, descomponiéndose allí mismo, entre mis brazos, apestando. [p. 80]
A pesar de este comienzo, Feliz final no hurga en la posibilidad de las dificultades y las consecuencias de un compromiso que se rompa con la repetición del deseo. Un acontecimiento al que ser fiel porque el acontecimiento nos ha definido.
Feliz final opta por la estructura contraria, por el historicismo. Los narradores, ellos, van reconstruyendo su historia de pareja como si cada una de las acciones desde que se conocieron hasta la ruptura fuesen concatenaciones determinadas. No diré mecánicas, pero sí encaminándolos hacia la ruptura inevitable. Un camino vallado que inevitablemente se transita, como ríos al mar que es el morir:
Una línea continua y con aspecto de relieve montañoso, que sube o baja según el momento. El comienzo súbito al enamorarnos, el alza eufórica de los primeros años, casi vertical, cuando crees que ya no puedes amar más y sin embargo subes y subes. La conquista de las alturas, donde acampar una temporada que coincidiría con el nacimiento y los primeros años de las niñas. Hasta que empieza el descenso, ese rodar barranco abajo desamándonos, una bajada con dientes de sierra pero sin perder nunca la tendencia, con saltos escarpados, algún momento de engañosa remontada pero siempre perdiendo altura hasta que nos estrellamos en ese doble y consecutivo acantilado que sería nuestro deterioro máximo, la desconexión emocional: el stonewalling, la infidelidad. Quedamos entonces en lo más profundo durante un tiempo, arrastrándonos, hasta que nos reconciliamos y ascendemos una suave colina, recobramos algo de la altura perdida, para finalmente derrumbarnos y tocar el suelo en el momento de la separación. Es bastante fiel, ¿verdad? Somos nosotros, nuestra vida compartida. [p. 158]
Este fragmento resume la novela y, aunque invierte la estructura narrativa, muestra el historicismo pesimista de quien lee la historia desde la derrota. Da igual que Isaac Rosa vincule la ruptura de la pareja a la evolución de nuestro saldo bancario [p. 158], no de una manera simplista, sino desde la convicción de que las dificultades económicas por diversos motivos (por ejemplo, la necesidad de dedicar más horas al trabajo para la obtención de renta o la inseguridad) empeoran las relaciones sentimentales. Da igual también que Feliz final nos recuerde que la lógica poliamorosa del capitalismo no difiere de la lógica mercantil de nuestros cuerpos a nuestras relaciones más íntimas.
No, la lógica de la muerte de la pareja es una lógica historicista que también se repite una y otra vez alternando tragedia y comedia: Somos nosotros los responsables de este fracaso. Tú y yo. No fue la crisis económica. No es el capitalismo. No somos un remake precario de otra historia que, protagonizada por una pareja acomodada, termina bien. [p. 162]
Ángela y Antonio, un fracaso de manual que reúne todo aquello que no deben hacer si quieren seguir juntos. […] Me sorprendió, y también me avergonzó e irritó, ver en aquella pizarra lo previsible que era nuestra ruptura. Lo inevitable que era. Lo vulgar que resultaba, una cura de humildad a destiempo. Nosotros, que alguna vez creímos que nuestro amor era especial. Nada. De manual. Si alguien nos hubiese observado durante años, si nosotros mismos hubiésemos tenido la lucidez para vernos, habríamos reconocido la constancia con la que íbamos recorriendo la autopista hacia el desastre. Habríamos sabido parar a tiempo. Esa cuesta abajo de tu gráfica la seguimos hasta el final. Nos dejamos caer rodando. [p.162-3]
Finalmente no hay misterio, no hay posibilidad revolucionaria -más allá de una supuesta consciencia que permitiera dar un volantazo en la autopista-: hay repetición. El Feliz final lo es sólo y exclusivamente porque termina por el principio. No se ha producido una transformación, no hay acontecimiento capaz de transformar la rueda de lo determinado. Es feliz el final porque, ilusioriamente, se afirma: en todo encontrábamos grandeza. Esa seguridad candorosa de los enamorados, esa presunción enloquecida. Mirábamos a otras parejas y las juzgábamos y condenábamos fulminantemente: no son como nosotros. No se aman como nosotros. No han conocido un amor tan grande. [p. 291-2]
En este sentido, no he podido dejar de pensar en Amor de Michael Haneke como la obra opuesta a Feliz final. Mientras que en el magnífico texto de Isaac Rosa la relación está presa desde el final que es el principio en la repetición del deseo, la película de Haneke, muestra las consecuencias del compromiso ético del amor, su realidad como acontecimiento.
En el Local de la Ribera, C/Santa Rosalía nº18. Zaidín
El 29 de enero tendremos un encuentro con Isaac Rosa. El autor es columnista habitual de Eldiario.es, colabora con la Cadena Ser y la revista La Marea, entre otras publicaciones. Fue columnista del diario Público y de la revista satírica El Jueves.
Se dio a conocer con una novela de humor y de título iconoclasta y revelador: ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007). Su novela El vano ayer ganó en 2005 el Premio Rómulo Gallegos en competencia con otros autores españoles como Almudena Grandes, Andrés Trapiello, o Juan Bonilla. El reconocimiento de la crítica fue generalizado. La novela elige un género poco frecuentado y relacionado con la posmodernidad, el de «novela en marcha». Este premio le dio además a la novela una dimensión internacional en el ámbito iberoamericano.
Aquí vivió , una novela gráfica actual imprescindible acerca de la lucha por el derecho a la vivienda
El encuentro versará en torno a su novela gráfica Aquí vivió publicada recientemente, una novela gráfica actual imprescindible acerca de la lucha por el derecho a la vivienda.
Alicia, la protagonista, sufre la ruptura familiar y un cambio de casa en plena adolescencia. A partir de ahí se desarrolla una trama que la llevará a descubrir que hay personas que son desahuciadas de sus viviendas y que se unen para luchar las unas por las otras en plataformas de afectados por la hipoteca y movimientos contra los desahucios.
Aquí vivió es un retrato de la España reciente en el que se describe la crisis, la burbuja inmobiliaria, los desahucios de las familias y la respuesta de estas en movimientos autogestionados. La obra está perfectamente documentada y de ahí su realismo y la emoción que provoca, tanto los hechos que se narran como la reacción a ellos en el surgimiento de movimientos colectivos están perfectamente descritos.
Además, el hilo argumental de la novela es una historia bien narrada y dibujada que engancha y tiene un final sorprendente. Es una novela de aprendizaje en tanto que la protagonista femenina de repente descubrirá tragedias cotidianas que suceden en su entorno cercano y que desconocía que le harán despertar su curiosidad y espíritu crítico y la llevarán a creer en la necesidad de afrontarlas en colectividad.
Son muchos los valores que fomenta este libro: el respeto y aprecio por los mayores y lo que ellos tienen que aportar, la necesidad del conocimiento de lo que sucede en nuestro entorno y de implicarse en los movimientos que surgen en nuestra sociedad para apoyar a los que sufren y defender causas justas.
En definitiva, es una novela muy necesaria para los jóvenes y muy recomendable también para adultos. Su lectura habría de ser obligatoria para todo aquel que desee conocer uno de los episodios más importantes en la historia reciente de nuestro país: la lucha por el derecho a la vivienda.
Tal día como hoy, de hace 100 años, la líder comunista y revolucionaria, Rosa Luxemburgo fue asesinada a manos de la reacción junto a su camarada Karl Liebnecht. Para el recuerdo quedará siempre el compromiso de esta luchadora con las masas trabajadoras explotadas, con los hombres y mujeres de la clase obrera.
Su acción y su pensamiento se condensaron en infinidad de artículos y obras teóricas: Reforma o Revolución, Huelga de masas, partido y sindicato, La acumulación de capital o La Revolución rusa son expresión de su brillantez y su capacidad de análisis y de reflexión.
Todavía hoy, en Berlín, todos los años, se celebra, un domingo a mediados de enero, el día de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Vaya desde aquí pues nuestro homenaje y nuestro recuerdo con dos pequeños recordatorios.
El primero: un fragmento de la película dirigida por Margarethe von Trotta.
En dicha película se muestra la historia de la vida de Rosa desde sus días en prisión en Polonia hasta su asesinato así como su papel como lider revolucionaria. Merece la pena ver la película entera que puede encontrarse en el siguiente enlace:
En el portal Rebeldemule se señala:
Una biografía de la compañera Rosa Luxemburg a cargo de la veterana Von Trotta, que cuenta así su flechazo intelectual: «Mi primer encuentro con Rosa fue en Alemania en 1968-1969, cuando las protestas estudiantiles en la calle. La única mujer que aparecía en los posters de los revolucionarios, junto a Marx, Lenin y Ho Chi Minh era ella, y yo quedé fascinada por esa imagen fotográfica, así que empecé a leer sus cosas y pronto vi que además de activista política tenía una vida íntima muy intensa e interesante». Tan en serio se lo tomó que concluir la película le llevó dos mil cartas de la correspondencia privada de Rosa y tres años de producción en la Checoslovaquia socialista y la RDA.
El segundo, el último artículo que escribió Rosa, justo el día antes de ser asesinada: El orden reina en Berlín.
«El orden reina en Varsovia», anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a su trabajo de verdugos contra los insurgentes.
«¡El orden reina en Berlín!», proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los oficiales de las «tropas victoriosas» a las que la chusma pequeñoburguesa de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! La gloria y el honor de las armas alemanas se han salvado ante la historia mundial. Los lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han restablecido su renombre con una brillante victoria sobre…los 300 «espartaquistas» del Vorwärts. Las gestas del primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica, las gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios que habían acudido a negociar la rendición del Vorwärts asesinados, destrozados a golpes de culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto de que sus cadáveres eran completamente irreconocibles, prisioneros colgados de la pared y asesinados de tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral esparcida: ¿quién piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las vergonzosas derrotas ante franceses, ingleses y americanos? «Espartaco» se llama el enemigo y Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de vencer. Noske, el «obrero», se llama el general que sabe organizar victorias allí donde Ludendorff ha fracasado.
¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que impuso el «orden» en París, en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de capitular vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país al enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los cobardes! Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados, contra sus mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los hijitos de la burguesía, de la «juventud dorada», de los oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco antes ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles con indefensos, con prisioneros, con caídos!
«¡El orden reina en Varsovia!», «¡El orden reina en París!», «¡El orden reina en Berlín!», esto es lo que proclaman los guardianes del «orden» cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos «vencedores» no se percatan de que un «orden» que periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha sido esta última «Semana de Espartaco» en Berlín, qué ha traído consigo, qué enseñanzas nos aporta?. Aún en medio de la lucha, en medio del clamor de victoria de la contrarrevolución han de hacer los proletarios revolucionarios el balance de lo acontecido, han de medir los acontecimientos y sus resultados según la gran medida de la historia. La revolución no tiene tiempo que perder, la revolución sigue avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las tumbas abiertas, por encima de las «victorias» y de las «derrotas». La primera tarea de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez sus líneas de fuerza, sus caminos.
¿Podía esperarse una victoria definitiva del proletariado revolucionario en el presente enfrentamiento, podía esperarse la caída de los Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura socialista? Desde luego que no si se toman en consideración la totalidad de los elementos que deciden sobre la cuestión. La herida abierta de la causa revolucionaria en el momento actual, la inmadurez política de la masa de los soldados, que todavía se dejan manipular por sus oficiales con fines antipopulares y contrarrevolucionarios, es ya una prueba de que en el presente choque no era posible esperar una victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta inmadurez del elemento militar no es sino un síntoma de la inmadurez general de la revolución alemana.
El campo, que es de donde procede un gran porcentaje de la masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado por la revolución. Berlín sigue estando hasta ahora prácticamente asilado del resto del país. Es cierto que en provincias los centros revolucionarios -Renania, la costa norte, Braunschweig, Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los proletarios de Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación en la marcha hacia adelante, la acción común directa que le daría una eficacia incomparablemente superior a la ofensiva y a la rapidez de movilización de la clase obrera berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera fuerza volcánica que impulsa hacia adelante la lucha de clases revolucionaria, están todavía -lo que no deja de tener profundas relaciones con las insuficiencias políticas de la revolución apuntadas- en su estadio inicial.
De todo esto se desprende que en este momento era imposible pensar en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha sido por ello un «error» la lucha de la última semana?. Sí, si se hubiera tratado meramente de una «ofensiva » intencionada, de lo que se llama un «putsch». Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de la última semana de lucha? Al igual que en todos los casos anteriores, al igual que el 6 de diciembre y el 24 de diciembre: ¡una brutal provocación del gobierno! Igual que el baño de sangre a que fueron sometidos manifestantes indefensos de la Chausseestrasse e igual que la carnicería de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de policía de Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La revolución no opera como le viene en gana, no marcha en campo abierto, según un plan inteligentemente concebido por los «estrategas». Sus enemigos también tienen la iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la misma revolución.
Ante el hecho de la descarada provocación por parte de los Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vió obligada a recurrir a las armas. Para la revolución era una cuestión de honor dar inmediatamente la más enérgica respuesta al ataque, so pena de que la contrarrevolución se creciese con su nuevo paso adelante y de que las filas revolucionarias del proletariado y el crédito moral de la revolución alemana en la Internacional sufriesen grandes pérdidas.
Por lo demás, la inmediata resistencia que opusieron las masas berlinesas fue tan espontánea y llena de una energía tan evidente que la victoria moral estuvo desde el primer momento de parte de la «calle».
Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución. Era evidente -y haberlo comprendido así testimonia el sano instinto, la fuerza interior siempre dispuesta del proletariado berlinés- que no podía darse por satisfecho con reponer a Eichhorn en su puesto. Espontáneamente se lanzó a la ocupación de otros centros de poder de la contrarrevolución: la prensa burguesa, las agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts. Todas estas medidas surgieron entre las masas a partir del convencimiento de que la contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.
Aquí también nos encontramos ante una de las grandes leyes históricas de la revolución frente a la que se estrellan todas las habilidades y sabidurías de los pequeños «revolucionarios» al estilo de los del USP, que en cada lucha sólo se afanan en buscar una cosa, pretextos para la retirada. Una vez que el problema fundamental de una revolución ha sido planteado con total claridad -y ese problema es en esta revolución el derrocamiento del gobierno Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo para la victoria del socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una y otra vez en toda su actualidad y con la fatalidad de una ley natural; todo episodio aislado de la lucha hace aparecer el problema con todas sus dimensiones por poco preparada que esté la revolución para darle solución, por poco madura que sea todavía la situación. «¡Abajo Ebert-Scheidemann!», es la consigna que aparece inevitablemente a cada crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que agota todos los conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o no, empuja todo episodio de lucha a su mas extremas consecuencias.
De esta contradicción entre el carácter extremo de las tareas a realizar y la inmadurez de las condiciones previas para su solución en la fase inicial del desarrollo revolucionario resulta que cada lucha se salda formalmente con una derrota. ¡Pero la revolución es la única forma de «guerra» -también es ésta una ley muy peculiar de ella- en la que la victoria final sólo puede ser preparada a través de una serie de «derrotas»!
¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.
Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas «derrotas», de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar.
Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios, sonoras «victorias» parlamentarias, íbamos precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914, una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.
¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha acabado paralizando la acción revolucionaria?
Ejemplos clásicos de ambas posibilidades son, respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la revolución de marzo alemana. La heroica acción del proletariado de París en 1848 ha sido fuente viva de energía de clase para todo el proletariado internacional. por el contrario las miserias de la revolución de marzo en Alemania han entorpecido la marcha de todo el moderno desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada a los pies. Han ejercido su influencia a lo largo de toda la particular historia de la Socialdemocracia oficial alemana llegando incluso a repercutir en los más recientes acontecimientos de la revolución alemana, incluso en la dramática crisis que acabamos de vivir.
¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de Espartaco a la luz de las cuestiones históricas aludidas más arriba? ¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de nuestra acción?
¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las masa berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio.
La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta «derrota» una pieza más de esa serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta «derrota» florecerá la victoria futura.
«¡El orden reina en Berlín!», ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya «se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto» y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:
A continuación os dejamos algunos vídeos de las intervenciones que tuvieron lugar en las jornadas del Bicentenario Karl Marx, celebradas en Noviembre del año pasado en el Local de la Ribera. En ellas se abordaron problemáticas actuales.
Os anunciamos que el próximo último sábado del mes, el 26 de Enero, tendrá lugar la primera Merienda del Zaidín de este nuevo año.
En esta ocasión contaremos con la participación de dos compañeros que han viviendo un año en Cuba y nos hablarán desde su experiencia.
Os esperamos el sábado 26 de Enero en las Meriendas del Zaidín. «Cuba la Isla desconocida: un año de experiencia en Cuba».
¿Cómo se vive en Cuba?, ¿está aislada política, económica, cultural e ideológicamente del mundo que nos rodea?, ¿cómo se organizan para garantizar eficazmente los derechos más fundamentales a sus ciudadanos (vivienda, alimentación, sanidad, educación…)?, ¿cómo es la forma de participación ciudadana?, ¿qué ocurre cuando la propiedad no es privada sino colectiva? ¿cómo se promueve la cultura del ser, frente a la cultura del tener? ¿cómo es Cuba después de Fidel?
Estas y otras cuestiones promovieron que David y Mª José quisieran conocer Cuba.
Ellos nos contarán cómo son el sistema político y la sociedad cubana, basándose en sus propias experiencias tras vivir un año en la isla, más allá de los prejuicios promovidos por la propaganda que realizan los medios de comunicación en España.
A continuación para hacer más amena la espera os pasamos el vídeo de la úlitma Merienda del Zaidín del pasado año que trató el tema de la Vía Láctea y contó con la participación de Emilio Alfaro.
Estaba convencido de que no iba a escribir sobre Ordesa de Manuel Vilas. Es una novela que huele a naftalina y no precisamente por el tema o la técnica narrativa, sino por la construcción de la sociedad que la sostiene. Ordesa, sin embargo, está en un lugar destacado entre las mejores novelas del año. Alberto Olmos, no sólo Forbes o Babelia, la ha destacado, junto a la magnífica Final feliz de Isaac Rosa, como la mejor novela del año. Destaca principalmente el argumento de su elección: “Lo que leemos en Rosa y Vilas es tan intravenoso que sería emocionante hasta con faltas de ortografía y mal encolado. No son libros que sucedan muy a menudo, amigos”.
Alberto Olmos señala como hito la ficcionalización del conflicto personal, de la herida que supura o cualquier otra metáfora sobre abscesos. Ficción pero en la que hozamos en el sufrimiento individual auténtico. Ordesa narra la vida del personaje Manuel Vilas después de la muerte de sus padres, la reconstrucción de su relación con ellos, su divorcio y la relación con sus hijos. Final feliz observa una pareja desde su ruptura. Ambas son ejercicios de producción simbólica del pasado pero técnicamente distintas. Como a Final feliz quiero dedicarle una entrada aparte, me dedicaré ahora a Ordesa.
Ordesa es autoficción; si bien es Manuel Vilas el único personaje de la narración: Su depresión, su alcoholismo, su divorcio (sus infidelidades), sus padres y su hijos -vagamente cubiertos por nombres de compositores-, los objetos de la trama. Tengo la sensación de que la autoficción, como escribió Terry Eagleton de la muerte del sujeto en el posmodernismo, es la mejor forma conservarlo incólume. Aunque esto no es más que una intuición sin elaborar.
Así que, en lugar de regodearme en elementos anecdóticos “universales” como la insistencia del padre de aparcar el coche a la sombra o los singulares dolores de cada familia infeliz, prefiero ver dónde traba la dialéctica de lo familiar y lo colectivo: la pobreza. La pobreza de Vilas es una noción lo suficientemente vaga para que quepa todo aquello que no pertenezca al campo de la ostentación y la realeza -de hecho, toda la primera parte de la novela enfrenta la pobreza histórica, sociológica y familiar de los Vilas a una cena a la que asiste el novelista ante nuestro hijo Felipe VI.
La novela opone aristocracia figurativa a la pobreza moral de la clase media, de la clase media baja española, a la que pertenece. O pertenecemos todos aquellos que no gocemos el apellido Borbón.
La pobreza es principalmente una sensación familiar y vaguísima. Manuel Vilas se considera a sí mismo como pobre mientras narra su desempeño como profesor de secundaria en la Comunidad de Aragón -cuyo salario ronda los 2 000 euros mensuales, pagas extraordinarias aparte:
Nunca me acostumbraré a ser pobre. Estoy llamando pobreza al desamparo. He confundido pobreza y desamparo: tienen el mismo rostro. Pero la pobreza es un estado moral, un sentido de las cosas, una forma de honestidad innecesaria. Una renuncia a participar en el saqueo del mundo, eso es para mí la pobreza. Tal vez no por bondad o por ética o por cualquier elevado ideal, sino por incompetencia a la hora de saquear.
Ni mi padre ni yo saqueamos el mundo. Fuimos, en ese sentido, frailes de una orden mendicante desconocida. (p. 90)
No había manera de hacer dinero. Y eso creo que es hereditario. Yo también soy pobre. No tengo donde caerme muerto, lo bueno es que ahora nadie tiene donde caerse muerto. Y eso puede ser una liberación. Ojalá los jóvenes busquen la vida errante, el caos, la inestabilidad laboral y la libertad. Y la pobreza apañada, la pobreza desactivada moralmente, es decir, la pobreza en sociedad. Es una buena solución: la pobreza como fundamento colectivo; el no-tener mancomunado.
El problema de la pobreza es que acaba transformándose en miseria, y la miseria es un estado moral. (p. 144)
Como se ve en el último fragmento la pobreza tiene dos caras: la pobreza esclavizante (la sujeción al trabajo como veremos), y la pobreza liberadora. La recurrencia a la pobreza como intrínseca a cierta forma libertad, es decir, como la no participación en el sistema productivo o de trabajo no es tampoco una novedad está inscrita desde su comienzo en la constitución de la ideología pequeña burguesa ya bien sea como pobreza electa o como cultura del emprendimiento, que no es otra cosa que la cara del envés. Desde Hambre de Hamsun, (la maravillosa) Factótum o Cartero de Bukowski, el trabajo en la fábrica Ford en El viaje al final de la noche… O el abandono de la docencia de Manuel Vilas:
Mucho tiempo estuve narcotizado por una nómina. Mucho tiempo: más de dos décadas. Recuerdo que me desperté a las siete y media de la mañana de un 10 de septiembre del año 2014. Tenía una cita a las ocho y media con los jefes de mi trabajo. Iba a solicitar mi baja, me marchaba. Llevaba veintitrés años dado clases en institutos de enseñanza secundaria, ya no podía más.
No sabía cuántos años de mi vida podían quedarme, pero los quería vivir sin esa esclavitud. Pensaba que no me quedaban muchos años, y los pocos que me quedaban quería dedicarlos a la contemplación de mis muertos, a lo que fuese, incluida la mendicidad. (p. 110)
Aquí queda un poco más clara la arista libertaria de la pobreza: la pobreza, la no sujeción a la percepción de rentas del trabajo, es libertad. Es el punto donde el trabajador (manual o intelectual) contacta con la aristocracia. En este sentido, se equiparan el libre, el rentista (la monarquía) y el flanêur. Pasear, mirar las nubes, leer, estar sentado, estar con uno mismo en un gran silencio, esa fue la ganancia. (p. 110) La pobreza como estado moral es, en este punto, la necesidad de un salario.
Porque la pobreza como estado moral, es decir, la que te sujeta al trabajo, la que te narcotiza. La pobreza te constriñe a la clase social genérica; La pobreza es la esencia del universalismo de Ordesa: Ningún prodigio aristocrático, ningún prodigio vip, solo prodigios que emergen de la clase media-baja española de los años setenta, que son muy hermosos y son el espejo de mi alma. (p. 176)
Queda clara la oposición: los prodigios que se oponen son los de la ociosidad aristocrática a los de la plebe; por eso, es tan importante en la estructura de la narración que Manuel Vilas compartieran una cena y un saludo de seis segundos y noventa y dos centésimas de segundo (p. 42). Por eso, el relato comienza con Manuel Vilas contándole a sus padres, particularmente a su padre que él, miembro de la clase media-baja española, ha cenado en la misma sala que el rey y la reina. Clase media-baja española de la que ellos, Manuel Vilas personaje, Manuel Vilas narrador y Manuel Vilas autor, se liberan quedando en el vacío a la espera de emparentarse con algún descendiente Borbón.
Publicado por Jesús Angel Ruiz Moreno
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