Yo fui, yo soy, yo seré

Tal día como hoy, de hace 100 años, la líder comunista y revolucionaria, Rosa Luxemburgo fue asesinada a manos de la reacción junto a su camarada Karl Liebnecht. Para el recuerdo quedará siempre el compromiso de esta luchadora con las masas trabajadoras explotadas, con los hombres y mujeres de la clase obrera.

Su acción y su pensamiento se condensaron en infinidad de artículos y obras teóricas: Reforma o Revolución, Huelga de masas, partido y sindicato, La acumulación de capital o La Revolución rusa son expresión de su brillantez y su capacidad de análisis y de reflexión.

Todavía hoy, en Berlín, todos los años, se celebra, un domingo a mediados de enero, el día de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Vaya desde aquí pues nuestro homenaje y nuestro recuerdo con dos pequeños recordatorios.

El primero: un fragmento de la película dirigida por Margarethe von Trotta.

En dicha película se muestra la historia de la vida de Rosa desde sus días en prisión en Polonia hasta su asesinato así como su papel como lider revolucionaria. Merece la pena ver la película entera que puede encontrarse en el siguiente enlace:

En el portal Rebeldemule se señala:

Una biografía de la compañera Rosa Luxemburg a cargo de la veterana Von Trotta, que cuenta así su flechazo intelectual: «Mi primer encuentro con Rosa fue en Alemania en 1968-1969, cuando las protestas estudiantiles en la calle. La única mujer que aparecía en los posters de los revolucionarios, junto a Marx, Lenin y Ho Chi Minh era ella, y yo quedé fascinada por esa imagen fotográfica, así que empecé a leer sus cosas y pronto vi que además de activista política tenía una vida íntima muy intensa e interesante». Tan en serio se lo tomó que concluir la película le llevó dos mil cartas de la correspondencia privada de Rosa y tres años de producción en la Checoslovaquia socialista y la RDA.

El segundo, el último artículo que escribió Rosa, justo el día antes de ser asesinada: El orden reina en Berlín.

«El orden reina en Varsovia», anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a su trabajo de verdugos contra los insurgentes.

«¡El orden reina en Berlín!», proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los oficiales de las «tropas victoriosas»  a las que la chusma pequeñoburguesa de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! La gloria y el honor de las armas alemanas se han salvado ante la historia mundial. Los lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han restablecido su renombre con una brillante victoria sobre…los 300 «espartaquistas» del Vorwärts. Las gestas del primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica, las gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios que habían acudido a negociar la rendición del Vorwärts asesinados, destrozados a golpes de culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto de que sus cadáveres eran completamente irreconocibles, prisioneros colgados de la pared y asesinados de tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral esparcida: ¿quién piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las vergonzosas derrotas ante franceses, ingleses y americanos? «Espartaco» se llama el enemigo y Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de vencer. Noske, el «obrero», se llama el general que sabe organizar victorias allí donde Ludendorff ha fracasado.

¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que impuso el «orden» en París, en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de capitular vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país al enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los cobardes! Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados, contra sus mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los hijitos de la burguesía, de la «juventud dorada», de los oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco antes ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles con indefensos, con prisioneros, con caídos!

«¡El orden reina en Varsovia!», «¡El orden reina en París!», «¡El orden reina en Berlín!», esto es lo que proclaman los guardianes del «orden» cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos «vencedores» no se percatan de que un «orden» que periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha sido esta última «Semana de Espartaco» en Berlín, qué ha traído consigo, qué enseñanzas nos aporta?. Aún en medio de la lucha, en medio del clamor de victoria de la contrarrevolución han de hacer los proletarios revolucionarios el balance de lo acontecido, han de medir los acontecimientos y sus resultados según la gran medida de la historia. La revolución no tiene tiempo que perder, la revolución sigue avanzando hacia sus grandes metas aún por encima de las tumbas abiertas, por encima de las «victorias» y de las «derrotas». La primera tarea de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez sus líneas de fuerza, sus caminos.

¿Podía esperarse una victoria definitiva del proletariado revolucionario en el presente enfrentamiento, podía esperarse la caída de los Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura socialista? Desde luego que no si se toman en consideración la totalidad de los elementos que deciden sobre la cuestión. La herida abierta de la causa revolucionaria en el momento actual, la inmadurez política de la masa de los soldados, que todavía se dejan manipular por sus oficiales con fines antipopulares y contrarrevolucionarios, es ya una prueba de que en el presente choque no era posible esperar una victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta inmadurez del elemento militar no es sino un síntoma de la inmadurez general de la revolución alemana.

El campo, que es de donde procede un gran porcentaje de la masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado por la revolución. Berlín sigue estando hasta ahora prácticamente asilado del resto del país. Es cierto que en provincias los centros revolucionarios -Renania, la costa norte, Braunschweig, Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los proletarios de Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación en la marcha hacia adelante, la acción común directa que le daría una eficacia incomparablemente superior a la ofensiva y a la rapidez de movilización de la clase obrera berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera fuerza volcánica que impulsa hacia adelante la lucha de clases revolucionaria, están todavía -lo que no deja de tener profundas relaciones con las insuficiencias políticas de la revolución apuntadas- en su estadio inicial.

De todo esto se desprende que en este momento era imposible pensar en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha sido por ello un «error» la lucha de la última semana?. Sí, si se hubiera tratado meramente de una «ofensiva » intencionada, de lo que se llama un «putsch». Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de la última semana de lucha? Al igual que en todos los casos anteriores, al igual que el 6 de diciembre y el 24 de diciembre: ¡una brutal provocación del gobierno! Igual que el baño de sangre a que fueron sometidos manifestantes indefensos de la Chausseestrasse e igual que la carnicería de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de policía de Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La revolución no opera como le viene en gana, no marcha en campo abierto, según un plan inteligentemente concebido por los «estrategas». Sus enemigos también tienen la iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la misma revolución.

Ante el hecho de la descarada provocación por parte de los Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vió obligada a recurrir a las armas. Para la revolución era una cuestión de honor dar inmediatamente la más enérgica respuesta al ataque, so pena de que la contrarrevolución se creciese con su nuevo paso adelante y de que las filas revolucionarias del proletariado y el crédito moral de la revolución alemana en la Internacional sufriesen grandes pérdidas.

Por lo demás, la inmediata resistencia que opusieron las masas berlinesas fue tan espontánea y llena de una energía tan evidente que la victoria moral estuvo desde el primer momento de parte de la «calle».

Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución. Era evidente -y haberlo comprendido así testimonia el sano instinto, la fuerza interior siempre dispuesta del proletariado berlinés- que no podía darse por satisfecho con reponer a Eichhorn en su puesto. Espontáneamente se lanzó a la ocupación de otros centros de poder de la contrarrevolución: la prensa burguesa, las agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts. Todas estas medidas surgieron entre las masas a partir del convencimiento de que la contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.

Aquí también nos encontramos ante una de las grandes leyes históricas de la revolución frente a la que se estrellan todas las habilidades y sabidurías de los pequeños «revolucionarios» al estilo de los del USP, que en cada lucha sólo se afanan en buscar una cosa, pretextos para la retirada. Una vez que el problema fundamental de una revolución ha sido planteado con total claridad -y ese problema es en esta revolución el derrocamiento del gobierno Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo para la victoria del socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una y otra vez en toda su actualidad y con la fatalidad de una ley natural; todo episodio aislado de la lucha hace aparecer el problema con todas sus dimensiones por poco preparada que esté la revolución para darle solución, por poco madura que sea todavía la situación. «¡Abajo Ebert-Scheidemann!», es la consigna que aparece inevitablemente a cada crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que agota todos los conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o no, empuja todo episodio de lucha a su mas extremas consecuencias.

De esta contradicción entre el carácter extremo de las tareas a realizar y la inmadurez de las condiciones previas para su solución en la fase inicial del desarrollo revolucionario resulta que cada lucha se salda formalmente con una derrota. ¡Pero la revolución es la única forma de «guerra» -también es ésta una ley muy peculiar de ella- en la que la victoria final sólo puede ser preparada a través de una serie de «derrotas»!

¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.

Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas «derrotas», de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar.

Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios, sonoras «victorias» parlamentarias, íbamos precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914, una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.

¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha acabado paralizando la acción revolucionaria?

Ejemplos clásicos de ambas posibilidades son, respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la revolución de marzo alemana. La heroica acción del proletariado de París en 1848 ha sido fuente viva de energía de clase para todo el proletariado internacional. por el contrario las miserias de la revolución de marzo en Alemania han entorpecido la marcha de todo el moderno desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada a los pies. Han ejercido su influencia a lo largo de toda la particular historia de la Socialdemocracia oficial alemana llegando incluso a repercutir en los más recientes acontecimientos de la revolución alemana, incluso en la dramática crisis que acabamos de vivir.

¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de Espartaco a la luz de las cuestiones históricas aludidas más arriba? ¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de nuestra acción?

¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las masa berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio.

La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta «derrota» una pieza más de esa serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta «derrota» florecerá la victoria futura.

«¡El orden reina en Berlín!», ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya «se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto» y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas:

¡Fui, soy y seré!

Ordesa: La aristocracia y la pobreza

Estaba convencido de que no iba a escribir sobre Ordesa de Manuel Vilas. Es una novela que huele a naftalina y no precisamente por el tema o la técnica narrativa, sino por la construcción de la sociedad que la sostiene. Ordesa, sin embargo, está en un lugar destacado entre las mejores novelas del año. Alberto Olmos, no sólo Forbes o Babelia, la ha destacado, junto a la magnífica Final feliz de Isaac Rosa, como la mejor novela del año. Destaca principalmente el argumento de su elección: “Lo que leemos en Rosa y Vilas es tan intravenoso que sería emocionante hasta con faltas de ortografía y mal encolado. No son libros que sucedan muy a menudo, amigos”.

Alberto Olmos señala como hito la ficcionalización del conflicto personal, de la herida que supura o cualquier otra metáfora sobre abscesos. Ficción pero en la que hozamos en el sufrimiento individual auténtico. Ordesa narra la vida del personaje Manuel Vilas después de la muerte de sus padres, la reconstrucción de su relación con ellos, su divorcio y la relación con sus hijos. Final feliz observa una pareja desde su ruptura. Ambas son ejercicios de producción simbólica del pasado pero técnicamente distintas. Como a Final feliz quiero dedicarle una entrada aparte, me dedicaré ahora a Ordesa.

Ordesa es autoficción; si bien es Manuel Vilas el único personaje de la narración: Su depresión, su alcoholismo, su divorcio (sus infidelidades), sus padres y su hijos -vagamente cubiertos por nombres de compositores-, los objetos de la trama. Tengo la sensación de que la autoficción, como escribió Terry Eagleton de la muerte del sujeto en el posmodernismo, es la mejor forma conservarlo incólume. Aunque esto no es más que una intuición sin elaborar.

Así que, en lugar de regodearme en elementos anecdóticos “universales” como la insistencia del padre de aparcar el coche a la sombra o los singulares dolores de cada familia infeliz, prefiero ver dónde traba la dialéctica de lo familiar y lo colectivo: la pobreza. La pobreza de Vilas es una noción lo suficientemente vaga para que quepa todo aquello que no pertenezca al campo de la ostentación y la realeza -de hecho, toda la primera parte de la novela enfrenta la pobreza histórica, sociológica y familiar de los Vilas a una cena a la que asiste el novelista ante nuestro hijo Felipe VI.

La novela opone aristocracia figurativa a la pobreza moral de la clase media, de la clase media baja española, a la que pertenece. O pertenecemos todos aquellos que no gocemos el apellido Borbón.

La pobreza es principalmente una sensación familiar y vaguísima. Manuel Vilas se considera a sí mismo como pobre mientras narra su desempeño como profesor de secundaria en la Comunidad de Aragón -cuyo salario ronda los 2 000 euros mensuales, pagas extraordinarias aparte:

Nunca me acostumbraré a ser pobre. Estoy llamando pobreza al desamparo. He confundido pobreza y desamparo: tienen el mismo rostro. Pero la pobreza es un estado moral, un sentido de las cosas, una forma de honestidad innecesaria. Una renuncia a participar en el saqueo del mundo, eso es para mí la pobreza. Tal vez no por bondad o por ética o por cualquier elevado ideal, sino por incompetencia a la hora de saquear.

Ni mi padre ni yo saqueamos el mundo. Fuimos, en ese sentido, frailes de una orden mendicante desconocida. (p. 90)

No había manera de hacer dinero. Y eso creo que es hereditario. Yo también soy pobre. No tengo donde caerme muerto, lo bueno es que ahora nadie tiene donde caerse muerto. Y eso puede ser una liberación. Ojalá los jóvenes busquen la vida errante, el caos, la inestabilidad laboral y la libertad. Y la pobreza apañada, la pobreza desactivada moralmente, es decir, la pobreza en sociedad. Es una buena solución: la pobreza como fundamento colectivo; el no-tener mancomunado.

El problema de la pobreza es que acaba transformándose en miseria, y la miseria es un estado moral. (p. 144)

Como se ve en el último fragmento la pobreza tiene dos caras: la pobreza esclavizante (la sujeción al trabajo como veremos), y la pobreza liberadora. La recurrencia a la pobreza como intrínseca a cierta forma libertad, es decir, como la no participación en el sistema productivo o de trabajo no es tampoco una novedad está inscrita desde su comienzo en la constitución de la ideología pequeña burguesa ya bien sea como pobreza electa o como cultura del emprendimiento, que no es otra cosa que la cara del envés. Desde Hambre de Hamsun, (la maravillosa) Factótum o Cartero de Bukowski, el trabajo en la fábrica Ford en El viaje al final de la noche… O el abandono de la docencia de Manuel Vilas:

Mucho tiempo estuve narcotizado por una nómina. Mucho tiempo: más de dos décadas. Recuerdo que me desperté a las siete y media de la mañana de un 10 de septiembre del año 2014. Tenía una cita a las ocho y media con los jefes de mi trabajo. Iba a solicitar mi baja, me marchaba. Llevaba veintitrés años dado clases en institutos de enseñanza secundaria, ya no podía más.

No sabía cuántos años de mi vida podían quedarme, pero los quería vivir sin esa esclavitud. Pensaba que no me quedaban muchos años, y los pocos que me quedaban quería dedicarlos a la contemplación de mis muertos, a lo que fuese, incluida la mendicidad. (p. 110)

Aquí queda un poco más clara la arista libertaria de la pobreza: la pobreza, la no sujeción a la percepción de rentas del trabajo, es libertad. Es el punto donde el trabajador (manual o intelectual) contacta con la aristocracia. En este sentido, se equiparan el libre, el rentista (la monarquía) y el flanêur. Pasear, mirar las nubes, leer, estar sentado, estar con uno mismo en un gran silencio, esa fue la ganancia. (p. 110) La pobreza como estado moral es, en este punto, la necesidad de un salario.

Porque la pobreza como estado moral, es decir, la que te sujeta al trabajo, la que te narcotiza. La pobreza te constriñe a la clase social genérica; La pobreza es la esencia del universalismo de Ordesa: Ningún prodigio aristocrático, ningún prodigio vip, solo prodigios que emergen de la clase media-baja española de los años setenta, que son muy hermosos y son el espejo de mi alma. (p. 176)

Queda clara la oposición: los prodigios que se oponen son los de la ociosidad aristocrática a los de la plebe; por eso, es tan importante en la estructura de la narración que Manuel Vilas compartieran una cena y un saludo de seis segundos y noventa y dos centésimas de segundo (p. 42). Por eso, el relato comienza con Manuel Vilas contándole a sus padres, particularmente a su padre que él, miembro de la clase media-baja española, ha cenado en la misma sala que el rey y la reina. Clase media-baja española de la que ellos, Manuel Vilas personaje, Manuel Vilas narrador y Manuel Vilas autor, se liberan quedando en el vacío a la espera de emparentarse con algún descendiente Borbón.

Publicado por Jesús Angel Ruiz Moreno

 

 

Vaya tela con La Tagliatella: Explota y despide

A continuación os dejamos un artículo de la Asamblea Interprofesional de Granada

Antes los despidos, cada vez menos resignación

Frente a un nuevo despido en la hostelería granadina, ahora en el restaurante La Tagliatella situado en la confluencia de Camino de Ronda con Recogidas, de nuevo nos encontramos con trabajadores que no se resignan. En este caso se trata de una trabajadora, Eva, que tras más de un año en la empresa, trabajando como camarera, se le ha comunicado que ya no se quiere seguir contando con ella.

Despido en la Tagliatella

Eva había trabajado en Madrid en otro establecimiento asociado a la misma empresa y allí las condiciones laborales eran tales que en sus contratos se reflejaba de manera más o menos correcta lo que sucedía en el centro de trabajo.

Sin embargo al venir a Granada se encontró con unas condiciones laborales muy diferentes: un contrato por turnos y no por horas, con carácter además de eventual. Así se encubría la jornada laboral real que desempeñaban: mientras se trabajaba en turnos de mediodía o de noche, laborando durante 24 o 25 horas semanales, sólo se cotizaba y se estaba dado de alta en la seguridad social por 9 horas con el consiguiente perjuicio a los derechos laborales presentes y futuros. Salarios por debajo de lo que marca el convenio, horas no cotizadas y no cobradas con el consiguiente fraude a la seguridad social, eran la norma y cuando había que ir un día como extra, por una jornada de 6 horas se cobraba un sueldo de 25 euros y en negro, sin dar de alta.

Todo esto en un establecimiento situado en un lugar privilegiado de la ciudad en el que se emplean, nada más que como camareros y camareras a 13 personas y que en temporada alta y en los fines de semana llega a emplear a todos los camareros de forma simultánea para atender a una selecta clientela.

Los problemas para Eva se agravaron cuando ante el cobro de la primera nómina se percató de que le habían pagado menos de lo que le correspondía. Había quien quería hacerse rico a costa de lo que no le pagaban a los trabajadores. Ante sus preguntas a los encargados y responsables, estos sólo pudieron darle excusas y justificaciones banales como que era problema de la asesoría. Y frente a esa situación, sabiendo que para reivindicar los derechos la mejor manera es estar organizado, se puso en contacto con el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) del que en estos momentos es delegada de la sección sindical que hay en el restaurante.

Despido en la Pizzería La Tragliatella

Tras ser asesorada, comprobó que su contrato estaba, otro más en la hostelería granadina, en fraude de ley pues constaba como trabajadora eventual cuando tendría que ser un contrato indefinido. Ante esta situación solicitó por escrito a la empresa que su contrato se adaptara a lo que marcaba la ley y que en lugar de ser “por turnos” fuera por “horas” y que no iba a trabajar más horas de las que le marcara su contrato.

Ante esta situación desde el restaurante decidieron darle vacaciones y decirle que tras estas ya no se reincorporaría. Pensaban, además de explotadores son unos ingenuos, que esta trabajadora se iba a resignar y que se iría sin rechistar. No esperaban que, organizada como estaba, plantara cara en defensa de sus derechos laborales (que son también los de sus compañeros). Y que para esa defensa no iba a estar sola sino que contaría con el apoyo del sindicato en el que participa, el SAT, así como de otros colectivos como la Asamblea Inteprofesional.


En estos momentos se están desarollando diferentes acciones de protesta a las puertas del restaurante, exigiendo la vuelta de la compañera al puesto de trabajo con un contrato como el que la ley de reconoce: igual que en Jardines Alberto, igual que en la cervecería Agamenón, igual que en el restaurante Alameda, igual que en Domino´s Pizza, juntos y organizados conseguiremos que este conflicto se resuelva a favor de esta trabajadora.

La lucha es el único camino

 

Victor Jara, Ayer y Hoy

A 45 años del asesinato del gran Víctor Jara a manos de los militares golpistas chilenos, recuperamos uno de los programas de Radioactividad que tuvo como protagonistas al cantautor chileno. El programa formó parte de una serie que se englobaba bajo el nombre de Música a 26 revoluciones.

Programa: A 26 Revoluciones. Victor Jara

Víctor Jara fue detenido el 12 de septiembre en la Universidad Técnica del Estado, llevado al Estadio de Chile, donde tantas veces había cantado, para ser interrogado y torturado por su compromiso con el proceso revolucionario que encabezaba Salvador Allende. Finalmente su cuerpo se halló atravesado por más de 40 balas, con las manos destrozadas y los dedos y la lengua cortados para que no pudiera tocar y cantar más. Se habían ensañado con él llevados por el odio

“Tú eres ese maldito cantante, ¿no?», le dijo un suboficial al tiempo que lo golpeaba en la cabeza, lo derribaba y le pateaba el vientre y las costillas”

No le perdonaban a él, como sucedió con tantos otros, su compromiso revolucionario, su participación al lado del pueblo en su lucha por su emancipación. Se abría así un periodo de represión y violencia contra los movimientos populares y revolucionarios que habían buscado la transformación social de la sociedad a través de los procesos electorales. Una advertencia de lo que se podía esperar de la burguesía, cuando veía peligrar su dominio de clase.


Su familia organizó su entierro definitivo el 5 de diciembre de 2009, con un acto de homenaje en la sede de la Fundación Víctor Jara y sus restos fueron finalmente depositados en el Cementerio General de Santiago.

Si Víctor Jara murió por ser un actor importante en el proceso social, hoy sigue siendo un referente por su legado, musical pero también moral. Respecto a sus torturadores y asesinos, el pasado 3 de julio se conoció la sentencia, en primera instancia, por la que 8 militares participantes en su tortura, desaparición y muerte, eran condenados a 18 años de prisión (hecho que contrasta con la todavía total impunidad con la que en nuestro país los torturadores y asesinos del franquismo se siguen conduciendo).

Su legado sigue vivo

 

Reflexiones sobre la necesidad de la unidad en la lucha

trabajadores

Necesitamos constituir escuelas de obreros que en el pasado fueron un espacio central pues el movimiento obrero desde sus orígenes siempre tuvo una fijación muy especial en la formación de los trabajadores. Nos acordamos aquí del poema de Bertol Brecht, Loa al estudio:

¡Estudia lo elemental! Para aquellos
cuya hora ha llegado
no es nunca demasiado tarde.
¡Estudia el “abc” ! No basta, pero
estúdialo ¡No te canses!
¡Empieza! ¡Tú tienes que saberlo todo!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡Estudia, hombre en el asilo!
¡Estudia, hombre en la cárcel!
¡Estudia, mujer en la cocina!
¡Estudia, sexagenario!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡Asiste a la escuela, desamparado!
¡Persigue el saber, muerto de frío!
¡Empuña el libro, hambriento! ¡Es un arma!
Estás llamado a ser un dirigente.
¡No temas preguntar, compañero!
¡No te dejes convencer!
¡Compruébalo tú mismo!
Lo que no sabes por ti,
no lo sabes.
Repasa la cuenta,
tú tienes que pagarla.
Apunta con tu dedo a cada cosa
y pregunta: “Y esto, por qué?
Estás llamado a ser un dirigente.

Los entornos militantes tienen que ayudar enseñar cómo analizar la realidad que vivimos, debatir públicamente, posicionarnos, estudiar, entender los procesos políticos; se tiene que generar un proceso pedagógico en dos direcciones: aprender habilidades sociales y organizativas que no se aprenden en ninguna escuela y en segundo lugar tiene que ver con la formación sindical ese proceso pedagógico.

Dos necesidades: recuperar la existencia de espacios de debate político superando la dificultad de la premura y urgencia de los trabajos militantes del día a día, de mantener una estructura organizativa con pocos recursos, o la inestabilidad en la afiliación/participación. Un ejemplo como la actividad de las Meriendas del Zaidín que se realizan en el Local de la Ribera puede servir para hacer entender a lo que nos referimos (en esta actividad se realizarán charlas y presentaciones sobre temas diversos que van desde lo más estrictamente político a temas sobre ciencia, tecnología, alimentación etc.).

Pero necesitamos también espacios de sociabilidad que puedan dar respuesta a las dificultades que surgen dado el alto grado de represión laboral, por lo que se hace complicado para los trabajadores organizarse físicamente desde el propio centro de trabajo. Hay que construir sedes en los barrios obreros porque el barrio es un espacio natural de encuentro de la clase trabajadora, donde menos disgregada está y donde más libre se siente.

Estos espacios de sociabilidad tienen que ser lugares donde podamos encontrarnos con otros compañeros y podamos compartir el ocio, la amistad, la diversión y el apoyo familiar. Porque con la inestabilidad y el empeoramiento en las condiciones de trabajo, se hace difícil establecer relaciones de amistad duradera, de confianza o de apoyo en los centros de trabajo. Hay que abrir espacios para construir esa sociabilidad realizando actividades de ocio, cultura, deporte, talleres etc.

En definitiva dotarnos de una estructura seria con capacidad para asesorar, movilizar y actuar jurídicamente, tejiendo la solidaridad entre secciones sindicales, asambleas y colectivos de trabajadores de modo que unas se apoyen a otras; clandestinizar los métodos cuando sea necesario; usar el barrio obrero, el local sindical y social, la asociación de vecinos, el poder popular como puntos de encuentro para la lucha y la resistencia.

Huelga del 70

Despidos en telefónica, la Huelga en Sintel

La lucha de los trabajadores de Coca Cola

La lucha de los mineros

La lucha de los trabajadores despedidos de Jardines Alberto

La lucha de una trabajadora despedida de la cervecería Agamenón

Ruta contra la precariedad en la hostelería

Huelga de los trabajadores en la India

Meriendas del Zaidín. Unificando luchas

Asamblea Interprofesional de Granada

Reflexiones de literatura y cine

AMOUR FOU, MARTA SANZ: LOS RESTOS OSCUROS DE LA SEDUCCIÓN

Hace un par o tres de años me regalaron por mi cumpleaños una camiseta historiada. Una serie de viñetas en dos columnas mostraban una transformación. Charlot se convertía en un drugo (el personaje de La naranja mecánica): Charlot llega a casa; deja el bombín y el bastón en el perchero; se sienta frente al tocador; se desmaquilla; se maquillar de nuevo; se encasqueta el sombrero; agarra el bate de beisbol; y sale a la luz de noche. La desasosegante historia de la camiseta: la posibilidad de que el adorable Charlot esconda la violencia desatada es la trama de Amour fou.

No quisiera comenzar a escribir sobre Amour fou sin esta pequeña declaración admirada por la escritura de Marta Sanz: toda la escritura de Marta Sanz (al menos desde que llegué a ella con Black, black, black, novela alrededor de las mismas obsesiones que ésta), es viscosamente corpórea: su materialismo impregna los dedos, rozan la piel, pesan en el estómago, huele al regreso a casa después de trabajar. En sentido recto, yo sabía hasta dónde podía llegar con mis dientes sobre el terciopelo del pene de Raymond. Todos los penes son de terciopelo; no se trata, pues, de que solo el de Raymond lo fuera. (p. 18)

Amour fou narra un cuarteto amoroso con la voz de la mitad de ellos (Lala y Raymond). En principio, se confunde con una sórdida comedia romántica, Adictos al amor. Ese momento en Every breath you take se confunde con una canción de amor. Lala abandona a Raymond por Adrián, aquel obsesionado con ella se muda enfrente de ellos para espiarlos. Adrián en otro momento de la relación pasa una noche con Elisa que, obsesionada con él, llega a convivir y compartir obsesión con Raymond. Esta convivencia suma un quinto personaje: Esther, la hija de Elisa.

La novela arranca con los dos narradores, Lala y Raymond, sentado en una salita de estar tras la detención, ignoramos el motivo, de Adrián. En esta primera escena Raymon entrega el diario de sus obsesiones a Lala. Lala después irá alternando fragmentos del diario con su propia narración. Es central que señalemos que la narración de Raymond es lineal y supuestamente simultánea a los hechos (aunque en gran medida se dedique a la reconstrucción de la relación con Lala y el abandono), mientras que Lala escribe desde la detención de Adrián. Las voces de Adrián y Elisa son modeladas por Lala y Raymond.

En Black, black, black (2010) Marta Sanz recurre a la lectura del diario de uno de los personajes por otro para la construcción de la historia. También en ambas la trama recurre al deseo como impedimento para ciertas percepciones de la realidad. Sin embargo, Black, black, black incluye el personaje de Paula, quien al escuchar el relato seducido de Antonio Zarco lo despedaza: Paula inocularía en mí la suspicacia – «Te quiere dominar»- y, sobre todo, aprovecharía para aleccionarme como inspectora de Hacienda y mujer de principios -«Los ricos nunca son buenos»-. [sic] (Un buen detective no se casa jamás, p. 27).

¿Qué pasaría si el relato prescindiera del personaje que inocula la suspicacia?

La primera parte de la novela, hasta la aparición de Elisa y Esther, monta el triángulo amoroso en el que la aparición de Adrián separa a Lala de una relación enfermiza con Raymond: Tengo la seguridad de que Adrián nunca me va a engañar. Le hablo de Raymond y Adrián lo entiende todo.  Esa misma noche, sin que Raymond lo sepa, quizá mientras piensa que estoy en mi casa sufriendo pesadillas, mientras me castiga sin llamarme porque me merezco cada una de mis desapariciones y de mis tiritonas, mientras es posible que él coquetee con una niñata o con un hombre o ande buscando su disfraz de Shirley Bassey, Adrián y yo por primera vez dormimos juntos. Y todo se hace, por primera vez, muchísimo menos complicado. (p. 51)

Los personajes masculinos crecen en la contraposición del ególatra y afectadamente complejo Raymond a la tranquilidad y entrega de Adrián. Se da tanto en la relación amorosa con Lala como en la construcción de su figura laboral y pública: Así pues, la cualidad para creer, para conservar y para hacer nuevos amigos es lo que mejor define a Adrián. También la compasión. Sin embargo, es obvio que en algunos momentos solo soy yo la que le importa y la que le ayuda. (p. 107)

Una vez dado el aparataje de la relación a tres, aparece Elisa. Elisa es mostrada (Adrián y Elisa siempre son mostrados) como una amante despechada que padece la misma fijación malsana que Raymond por la relación de Lala y Adrián. El engaño tras una momentánea separación de la pareja, dura una noche. Y hasta en la ruptura Adrián se adecúa a los cánones de la compasión y la empatía.

Raymond narra a Elisa:

Por eso, Elisa insiste en que durmieron con la placidez de los lactantes saciados y que al día siguiente, reencontrados en la noche, volvieron a irse juntos al pisito de alquiler de Elisa y fue entonces cuando ella le mostró su cicatriz y con ella, era como si le mostrara su vida entera en una ofrenda. Y Adrián dijo:

-No sabes cuánto te comprendo.

Y cogió la puerta y se fue, porque tenía un compromiso que no era la cicatriz de Elisa. (p. 48)

Este párrafo termina: Tuvo ganas de quitarle a Adrián esa cara de buena persona para ver qué escondía por dentro. (p. 48)

En Black, black, black el discurso seducido del detective Antonio Zarco, guiado por su deseo sexual, es desmontado por Paula, su exmujer aparentemente prisionera de su antiguo amor por Zarco, que es homosexual. En Amour fou, la narración lucha por el sostenimiento de la seducción, quiere mantener la trampa, restaurar las grietas, no quiere ver su reverso, no quiere ver que el bastón se transforme en un bate.

Lala narra a Adrián:

La película se acaba y Adrián se levanta del suelo. Se dirige a la puerta de la habitación de la niña, la abre y ve la luz del recibidor. El resto de la casa se ha quedado a oscuras. Apoyada en un pilar del piso, Elisa contempla el movimiento de Adrián frotándose los riñones y la pequeña figura de su hija que sale, en camiseta, corriendo hacia las piernas de su madre, arrebolada y sudando, de una habitación con las luces apagadas. (p. 131-2)

Lala niega la posibilidad misma de que Adrián mienta (y haya podido abusar de Esther, la hija de Elisa): No tiene la misma credibilidad un hombre que trabaja y lucha cada día que una mujer metida en una bola de pelusa, hipnotizada por una cicatriz, una mujer que alimenta hipopótamos en el zoológico y que pica el ajo muy finamente sola para que a ti te escueza el paladar. (p. 177)

Amour fou termina, tras la lectura del diario de Raymond, cuando Lala lanza un busto de Lenin (quizá de dimensiones parecidas al que le regalé a mi compañera de piso para que me lo estrelle el día que lo estime conveniente) y sale por fin a la calle. No ya Charlot o drugo. Sola. Sin capacidad de ser creída en su creencia en el relato de Adrián (del que tampoco ha conseguido convencer al lector). La creencia en su creencia en que quien la salvó una vez de la cárcel y la amó, Adrián, con quien todo fue siempre más fácil, fuera capaz, al otro lado del espejo del tocador, de abusar sexualmente de una niña. Presos todos, los tres, de su loco amor: Raymond obsesionado con la relación de Lala y Adrián; Elisa, con su búsqueda de la venganza de Adrián; Lala, enamorada de Adrián. Sólo de Adrián ignoramos si padece algún Amour fou.

Para leer más, visista el blog: cientocincuentamillones

Salud y Capitalismo

Salud y capitalismo

Federico Engels, el extraordinario (y a veces infravalorado) compañero de Carlos Marx, en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra decía:

EngelsSi un individuo produce a otro un daño físico tal, que el golpe le causa la muerte, llamamos a eso homicidio; si el autor supiera, de antemano, que el daño va a ser mortal, llamaremos a su acción asesinato premeditado. Pero si la sociedad reduce a centenares de proletarios a un estado tal, que, necesariamente, caen víctimas de una muerte prematura y antinatural, de una muerte tan violenta como la muerte por medio de la espada o de una maza; si impide a millares de individuos las condiciones necesarias para la vida, si los coloca en un estado en que no pueden vivir, si los constriñe, con el fuerte brazo de la ley, a permanecer en tal estado hasta la muerte, muerte que debe ser la consecuencia de ese estado; si esa sociedad sabe, y lo sabe muy bien, que esos millares de individuos deben caer víctimas de tales condiciones, y, sin embargo, deja que perdure tal estado de cosas, ello constituye, justamente, un asesinato premeditado, como la acción del individuo, solamente que un asesinato más oculto, más pérfido, un asesinato contra el cual nadie puede defenderse, que no lo parece, porque no se ve al autor, porque es la obra de todos y de ninguno, porque la muerte de la víctima parece natural y porque no es tanto un pecado de acción como un pecado de omisión. Pero ello no deja de ser un asesinato premeditado.

desahucios y suicidiosY traemos esta cita porque al tiempo que se conocían los nuevos datos del desempleo, se publicaban noticias relativas a las consecuencias psicológicas de la precariedad laboral y las situaciones tan distintas a las que tienen que enfrentarse el conjunto de los trabajadores frente a los miembros de otras clases sociales. De la misma forma que hoy amanece el noticiario con un mal llamado suicidio, cuando debería llamarse asesinato; provocado por la falta de derecho a la vivienda, con culpables y responsables concretos. No son suicidios, son asesinatos

Vamos por partes:

En un momento en el que las cifras de contratos temporales son abrumadoras  y en el que la clase trabajadora está caracterizada cada vez más por una situación de precariedad vital, son cada vez más los estudios que hablan de los efectos sobre la salud mental que esta situación provoca.

La incertidumbre y la falta de identidad laboral, provocan en los trabajadores sin empleo estable o precario, mayores efectos psicológicos que los que padecen, incluso, los trabajadores desempleados. Los efectos son del tipo de ansiedad, depresión, de pesimismo ante el futuro y de falta de confianza” con lo que luego se genera a nivel de estado físico amén del consiguiente carrusel de tranquilizantes, ansiolíticos… y demás sustancias cuyo consumo está alcanzando niveles nunca antes vistos.

La otra cuestión es el estudio que muestra una realidad que no aparece en las estadísticas sanitarias: la de que la situación económica (y la clase social a la que se pertenece que añadimos nosotros) condiciona la experiencia del cáncer. Aquellos trabajadores que tienen que afrontar la enfermedad desde una situación de absoluta precariedad, con bajos salarios y grandes incertidumbres, tienen una situación más adversa para poder salir bien parados de la enfermedad: por la pérdida de ingresos que generan las bajas asociadas a la enfermedad, por los gastos adicionales de desplazamientos al hospital, medicinas no cubiertas por la seguridad social, alimentación etc. De manera que el dilema para la clase obrera cuando enferma es de qué partida del presupuesto familiar retira los fondos para afrontar la enfermedad: ¿no pagar las facturas? ¿no pagar la hipoteca o el alquiler? ¿comer peor?

capitalismoysalud

Así que la conclusión es clara: los recortes que el capitalismo, que exige e impone para poder seguir funcionando, tienen consecuencias terribles sobre la salud de la clase trabajadora considerada en conjunto. Y mientras sigamos bajo este régimen de explotación esto irá cada vez a más. No lo olvidemos

Mientras el derecho a la vivienda (entre otros) estén en manos y al servicio de los intereses del mercado a través de sus formas: créditos hipotecarios bancarios o alquileres sobre los que se enriquede una clase, la clase trabajadora seguiremos pagando las consecuencias. En numerosas ocasiones con nuestra vida.

El capitalismo mata. Por ello hoy más que nunca es necesario que nos organicemos para defender nuestros derechos.

Artículo publicado en la página web de la Asamblea Interprofesional de Granada

 

Reflexiones feministas

COMPAÑERAS TRABAJADORAS, OS LLAMAMOS PARA COMBATIR CON NOSOTRAS LA VIOLENCIA DEL SISTEMA

 El feminismo es un impertinente –como lo llama la Real Academia Española a todo aquello que molesta de palabra o de obra –. Es muy fácil hacer la prueba. Basta con mencionarlo. Se dice feminismo y cual palabra mágica, inmediatamente, nuestros interlocutores tuercen el gesto, muestran desagrado, se ponen a la defensiva o, directamente, comienza la refriega. ¿Por qué? Porque el feminismo cuestiona el orden establecido (…). En estos términos se expresa la escritora Nuria Varela en su libro sobre Feminismo para principiantes.

Esta autora define el feminismo como un discurso político basado en la justicia. El feminismo se articula como filosofía política y, al mismo tiempo, como movimiento social.

 Desde el Colectivo de la Ribera entendemos que es muy necesario reflexionar sobre la desigualdad de nuestras compañeras trabajadoras desde una perspectiva feminista y de clase.

Es fácil encontrar en los medios de comunicación discursos burgueses que utilizan el feminismo para ocultar el conflicto capital – trabajo. La pregunta que debemos hacernos es ¿cómo se articulan esos discursos? Basta con construir una supuesta identidad común, “la identidad de las mujeres”, al margen de la cuestión de clase, es decir, basta con insistir en la falsa idea de que todas las mujeres son iguales por el hecho de ser mujeres.

Al igual que el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, “no ve rojos y azules, solo ve españoles, no ve trabajadores y empresarios, solo ve españoles”, podríamos decir que la idea supuestamente feminista que se nos trasmite desde una perspectiva burguesa a través de los medios de comunicación “no distingue entre banqueras y desahuciadas, solo ve mujeres”.

Según este discurso burgués (que no feminista), Ana Patricia Botín, hija de Emilio Botín, y una trabajadora, que va a ser desahuciada por no poder hacer frente al pago de su hipoteca, serían iguales porque ambas compartirían una identidad común: ser mujeres. Solo bajo esta absurda lógica puede admitirse que la reina hiciera huelga el día 8 de marzo.

No podemos negar que, dentro de la sociedad capitalista y patriarcal, existen discriminaciones que solo afectan a las mujeres, por ejemplo, tanto una mujer obrera como una mujer burguesa pueden sentir miedo al volver de noche a sus casas solas, pues la hipersexualización y cosificación del cuerpo de las mujeres, nos sitúa en una posición de mayor vulnerabilidad.

Sin embargo, una mujer empresaria y una mujer trabajadora nunca serán iguales por el hecho de que sufran algunas discriminaciones comunes. Los intereses de las trabajadoras y de las patronas, en una sociedad de clases, siempre serán antagónicos y contrapuestos. Dicho de otro modo, las mujeres nunca serán iguales por el hecho de ser mujeres ya que se encuentran divididas en función de la clase social a la que pertenecen. Es fundamental tener presente que son las empresarias las que explotan a las trabajadoras.

De la misma manera que Marx y Engels tomaron la Liga de los Justos, transformándola en la Liga de los Comunistas, combatiendo la tesis de que «todos los hombres son hermanos”, desde una perspectiva de izquierdas, tenemos la responsabilidad histórica de tomar el discurso feminista e interpelar a nuestras compañeras trabajadoras: “¿de verdad os creéis iguales que las empresarias que os explotan, que os obligan a hacer horas extras sin pagároslas, que os emplean bajo modalidades de contratación temporal fraudulenta?” “¿Sois hermanas de quienes obtienen un beneficio empresarial a vuestra costa?”

Al mismo tiempo, se hace más necesario que nunca darle forma política a las experiencias que nuestras compañeras trabajadoras ya habrán vivido en su propia historia personal: la doble opresión, de clase y de género. La explotación de las mujeres dentro del sistema capitalista va más allá del robo de la plusvalía que generan como trabajadoras por parte de sus patrones, de hecho, la opresión de las mujeres se extiende también al control sobre sus cuerpos.

Por todo ello, las reivindicaciones feministas necesariamente tienen que ser anticapitalistas y, por lo tanto, para luchar contra el capitalismo, debemos organizarnos colectivamente, porque nuestra experiencia personal es también política.

Es por eso que hacemos un llamamiento expreso a nuestras compañeras trabajadoras para que se acerquen al Local de la Ribera, situado en C/ Santa Rosalía 18, en el Zaidín en busca de información de cualquier tipo: derechos laborales, problemas de vivienda, etc.

Os esperamos en el taller de feminismos, donde tratamos de buscar respuestas para luchar juntas contra el sistema capitalista y patriarcal que nos oprime.

Colectivo de la Ribera