A continuación os dejamos el artículo sobre vivienda que fue publicado en el periódico El Megáfono número 61
Vivienda mercancía y desahucio
En los últimos tiempos estamos asistiendo a un progresivo cambio en el perfil de las personas que se encuentran con problemas para hacer efectivo el derecho a la vivienda. Tiene que ver con el aumento del número de personas que no pueden permanecer en la vivienda que habitaban ya sea porque sus caseros no le renuevan su contrato, ya sea por subidas del alquiler que no pueden afrontar: en definitiva personas que tienen que abandonar, en contra de su voluntad, el lugar donde vivían. Todo ello eso bajo la más estricta legalidad. Cada vez son más las voces que califican estos hechos como “desahucios invisibles”, hechos que esconden abusos y violencia inmobiliaria a la que los propios inquilinos se han tenido que resignar.
Pero ¿por qué se llega a esta situación? El motivo tiene que ver con el alza cada vez mayor de los precios de los alquileres de las viviendas que en lugar de dedicarse al uso residencial se destinan a pisos turísticos que reportan beneficios mayores para los propietarios, entre los que cada vez destacan más los grandes fondos de inversión que están marcando no la ausencia de política de vivienda por parte de las administraciones sino precisamente el establecimiento de un tipo concreto de política por parte de estas administraciones que beneficia este tipo de uso.
El mejor ejemplo de este tipo de política fue la ley de arrendamientos urbanos que el Partido Popular modificó en 2013 y que se orientaba a ofrecer más garantías a los propietarios de viviendas, reduciendo la duración de los contratos de alquiler de 5 años a 3 años. El efecto subsiguiente ha sido que, con la finalización de numerosos contratos de alquiler firmados con las condiciones de los 5 años, los desahucios por impago de alquiler no dejan de crecer años tras años.
Y todo esto tiene que ver con la lógica del capitalismo, por la cual la vivienda es una mercancía más. Como tal mercancía tiene un valor de uso evidente que permite satisfacer una necesidad: posibilita tener un techo bajo el que cobijarse, descansar etc., pero tiene también un valor de cambio por el cual, para poder acceder a ella, estamos obligados a poder acceder al mercado, ya sea a través de una hipoteca -para convertirnos en propietarios- ya sea a través del alquiler. A esto se subordina todo lo demás. Es lo que tiene primacía. Esta mercancía se destina a aquello que posibilita un beneficio mayor y no necesariamente a aquello que socialmente sea más necesario.
Esto no debería sorprendernos pues es de esperar, bajo el capitalismo. Otra cosa distinta es una ingenuidad que nos remite a la impotencia. Esta lógica es la que lleva por ejemplo a convertir el centro de nuestra ciudad en una especie de parque de atracciones para los turistas en la que los trabajadores sólo están en calidad de un engranaje más de esta “feria” como denunciaban los compañeros de la Asamblea Interprofesional en la última ruta en defensa de los derechos de los trabajadores de la Hostelería.
Aquí tenemos que ser muy claros. ¿Quiénes son los que principalmente están sufriendo esta situación? Pues como pasa siempre en el capitalismo las familias de clase obrera son las principales víctimas. Para ellas los datos nos remiten a que garantizar el cubrir esta necesidad básica, ya sea a través de la propiedad o a través del alquiler, puede suponer o incluso superar ya el 50% de sus ingresos (de ahí que cada vez más sea necesario que en una familia obrera trabajen fuera de casa más componentes de la misma, bajo las condiciones que sea) bajo la modalidad de propiedad o alquiler. Ingresos que hay que añadir que, para un porentaje nada desdeñable y cada vez mayor de la clase obrera, ni siquiera son capaces de garantizar las mínimas condiciones de vida. Eso es lo que nos presentan, de manera eufemística, como el hundimiento de la clase media.
Bajo el capitalismo la vivienda nunca será un derecho sino que siempre será una mercancía. Eso lo estamos aprendiendo los trabajadores de la peor manera posible con nuestro sufrimiento e incluso con nuestras vidas. Y no podemos olvidarlo en los tiempos que están por venir de eso que llaman “las burbujas del alquiler”.