Lola: «No te arrodilles nunca para fregar»

SOBRE EL 8 DE MARZO

¿Qué es el feminismo? Esta pregunta, aparentemente sencilla, es la cuestión más compleja que tenemos que resolver en este momento.

El término <<feminismo>> ha ocupado un mayor espacio en nuestro entorno en los últimos tiempos. Es relativamente fácil oírlo en los medios, en las tertulias televisivas, en las sobremesas con familiares, etc. Si bien es cierto que hay reticencias, en especial, por parte de los sectores políticos más conservadores, a la hora de reivindicarse como feministas, lo cierto es que hay un consenso social según el cual la lucha por los derechos de las mujeres es un espacio que hay que ocupar políticamente. Al fin y al cabo, esto da votos.

No podemos negar que esta es una de las victorias del movimiento feminista. La presencia de este movimiento a través de diversas campañas como el “me too”, “yo sí te creo”, “cuéntalo”, etc. han provocado la conmoción y movilización sociales. Han provocado la visibilización de muchos problemas colectivos que se vivían de forma individual. El éxito, en términos participativos, de la huelga del 8 de marzo del año pasado, ha desencadenado en que, en mayor o menor medida, todos los agentes políticos y, en especial, los partidos hagan bandera de ser “feministas” o de luchar “por la igualdad”. Cada uno a su manera, eso sí. Y precisamente, ese es el problema y la debilidad del actual movimiento feminista. En esta semana me han sorprendido dos titulares: el primero de ellos, anunciaba que la reina Letizia secundaría la huelga del 8M; el segundo, anunciaba el decálogo feminista liberal de Inés Arrimadas. En mi opinión, aquí radica el mayor problema y la mayor debilidad del actual movimiento feminista.

El feminismo, como teoría política, social o económica, no ha sido capaz de generar un núcleo duro de ideas o caracteres que lo definan y que deban ser asumidos por quienes se reivindiquen como tales. Esa es la razón por la cual hoy en día una actuación y la contraria pueden ser calificadas como feministas. Por ejemplo: no sabemos si el hecho de que una mujer venda a un hijo suyo es maternidad subrogada y empoderamiento o si es mercantilización de la vida y favorecimiento de privilegios capitalistas y patriarcales.
En términos económicos esto se entiende muy bien. Sería algo así como si, dentro del marxismo, ante una misma situación, por ejemplo, que un obrero trabaje 14 horas diarias, un sector considerase que es libertad individual y otro sector considerase que es explotación laboral, reivindicándose, ambos, como marxistas.

En mi opinión, este es el problema fundamental del feminismo en la actualidad y corresponde al movimiento feminista solventarlo y responder a las preguntas concretas: “¿puede hacer huelga la reina?” “¿el feminismo liberal es regularizar la prostitución como actividad laboral?” Esto no supone desatender o rechazar la diversidad del feminismo, supone darle forma para crear un núcleo estructural de ideas para avanzar en eliminar las desigualdades a las que se enfrentan diariamente las mujeres.
Por eso, para responder a la pregunta de qué es el feminismo, con ocasión de reivindicar esta idea el próximo 8 de marzo, os traigo la siguiente anécdota.

Lola

La protagonista de nuestra historia es una mujer, de familia obrera, se llama Lola y, desde los siete años, la pusieron a “servir”, es decir, comenzó a trabajar como empleada de hogar. Trabajaba en casa de una familia adinerada, en el centro de Córdoba. Lola ya ha crecido, ya ha tenido hijos y también nietos y nietas. Un día, mientras Lola limpiaba una casa con una de sus nietas, la niña se agachó y, de rodillas en el suelo, comenzó a fregar una bañera. Entonces, Lola le reprochó:

niña, levántate del suelo. No te arrodilles nunca para fregar, si quieren a alguien que se agache, que lo hagan ellas.

La niña no terminó de entender el enfado de su abuela Lola, pero se incorporó y continuó limpiando. Con el tiempo supo que Lola había vivido su infancia, desde los siete años, y toda su adolescencia fregando de rodillas. “Sus señoras” (así es como llamaba Lola a sus jefas), la obligaban a fregar arrodillada. Podían haberle comprado una fregona, tenían dinero suficiente para hacerlo, pero ver a Lola, hija de obreros, con tan solo siete años, fregando de rodillas, formaba parte del ritual clasista y de explotación utilizado por “las señoras” para someter a las hijas del proletariado.

Esta historia real refleja perfectamente lo que es el feminismo. Como teoría política el feminismo parte de la premisa de la desigualdad de la mujer, pero esta desigualdad, no puede desvincularse ni explicarse al margen sistema económico y, si no situamos el eje de clase dentro del feminismo, nunca conseguiremos erradicar la desigualdad estructural de la mujer. Esto no significa que el eje de clase por sí solo explique la desigualdad de las mujeres, pero sin este eje dentro del debate feminista, nunca llegaremos a la raíz o causa última de la discriminación de estas. Por lo tanto, el feminismo, en tanto que teoría emancipadora, nunca podrá ser libertador si no es anticapitalista, ya que el capitalismo es la fuente de todas las desigualdades. El capitalismo cosifica y somete a las mujeres, las controla más allá del propio plusvalor que obtiene de ellas como trabajadoras, ya que, el control del capital sobre la mujer se extiende también a sus propios cuerpos. Partiendo de esta premisa, no podemos admitir que exista el famoso “feminismo liberal” del que algunos se hacen eco en los últimos días. El feminismo, cuyo fin último es erradicar las desigualdades de género, nunca podrá lograr este objetivo sin ser anticapitalista. Hablar de feminismo liberal en los términos hoy expuestos es una contradicción en sí misma. Las mujeres nunca serán hermanas entre sí por el simple hecho de ser mujeres y las nietas de las obreras no vinimos aquí para ser feministas liberales.

Por lo tanto, este 8 de marzo salimos a reivindicarnos como mujeres trabajadoras