Salud y capitalismo
Federico Engels, el extraordinario (y a veces infravalorado) compañero de Carlos Marx, en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra decía:
Si un individuo produce a otro un daño físico tal, que el golpe le causa la muerte, llamamos a eso homicidio; si el autor supiera, de antemano, que el daño va a ser mortal, llamaremos a su acción asesinato premeditado. Pero si la sociedad reduce a centenares de proletarios a un estado tal, que, necesariamente, caen víctimas de una muerte prematura y antinatural, de una muerte tan violenta como la muerte por medio de la espada o de una maza; si impide a millares de individuos las condiciones necesarias para la vida, si los coloca en un estado en que no pueden vivir, si los constriñe, con el fuerte brazo de la ley, a permanecer en tal estado hasta la muerte, muerte que debe ser la consecuencia de ese estado; si esa sociedad sabe, y lo sabe muy bien, que esos millares de individuos deben caer víctimas de tales condiciones, y, sin embargo, deja que perdure tal estado de cosas, ello constituye, justamente, un asesinato premeditado, como la acción del individuo, solamente que un asesinato más oculto, más pérfido, un asesinato contra el cual nadie puede defenderse, que no lo parece, porque no se ve al autor, porque es la obra de todos y de ninguno, porque la muerte de la víctima parece natural y porque no es tanto un pecado de acción como un pecado de omisión. Pero ello no deja de ser un asesinato premeditado.
Y traemos esta cita porque al tiempo que se conocían los nuevos datos del desempleo, se publicaban noticias relativas a las consecuencias psicológicas de la precariedad laboral y las situaciones tan distintas a las que tienen que enfrentarse el conjunto de los trabajadores frente a los miembros de otras clases sociales. De la misma forma que hoy amanece el noticiario con un mal llamado suicidio, cuando debería llamarse asesinato; provocado por la falta de derecho a la vivienda, con culpables y responsables concretos. No son suicidios, son asesinatos
Vamos por partes:
En un momento en el que las cifras de contratos temporales son abrumadoras y en el que la clase trabajadora está caracterizada cada vez más por una situación de precariedad vital, son cada vez más los estudios que hablan de los efectos sobre la salud mental que esta situación provoca.
La incertidumbre y la falta de identidad laboral, provocan en los trabajadores sin empleo estable o precario, mayores efectos psicológicos que los que padecen, incluso, los trabajadores desempleados. Los efectos son del tipo de ansiedad, depresión, de pesimismo ante el futuro y de falta de confianza” con lo que luego se genera a nivel de estado físico amén del consiguiente carrusel de tranquilizantes, ansiolíticos… y demás sustancias cuyo consumo está alcanzando niveles nunca antes vistos.
La otra cuestión es el estudio que muestra una realidad que no aparece en las estadísticas sanitarias: la de que la situación económica (y la clase social a la que se pertenece que añadimos nosotros) condiciona la experiencia del cáncer. Aquellos trabajadores que tienen que afrontar la enfermedad desde una situación de absoluta precariedad, con bajos salarios y grandes incertidumbres, tienen una situación más adversa para poder salir bien parados de la enfermedad: por la pérdida de ingresos que generan las bajas asociadas a la enfermedad, por los gastos adicionales de desplazamientos al hospital, medicinas no cubiertas por la seguridad social, alimentación etc. De manera que el dilema para la clase obrera cuando enferma es de qué partida del presupuesto familiar retira los fondos para afrontar la enfermedad: ¿no pagar las facturas? ¿no pagar la hipoteca o el alquiler? ¿comer peor?
Así que la conclusión es clara: los recortes que el capitalismo, que exige e impone para poder seguir funcionando, tienen consecuencias terribles sobre la salud de la clase trabajadora considerada en conjunto. Y mientras sigamos bajo este régimen de explotación esto irá cada vez a más. No lo olvidemos
Mientras el derecho a la vivienda (entre otros) estén en manos y al servicio de los intereses del mercado a través de sus formas: créditos hipotecarios bancarios o alquileres sobre los que se enriquede una clase, la clase trabajadora seguiremos pagando las consecuencias. En numerosas ocasiones con nuestra vida.
El capitalismo mata. Por ello hoy más que nunca es necesario que nos organicemos para defender nuestros derechos.
Artículo publicado en la página web de la Asamblea Interprofesional de Granada