Reflexión sobre los vientres de alquiler en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Ante el 8M, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, desde el Colectivo de la Ribera nos parece oportuno realizar una reflexión sobre lo que se puede denominar «vientres de alquiler» o la capacidad para comprar y vender un embarazo.

Las formas de opresión sobre las mujeres son diversas

Y es que hay que insistir en estas fechas, y todos los días, que son muchas las formas de opresión y explotación que el capitalismo encuentra para valerse del cuerpo de las mujeres. Por ello, en el caso de los vientres de alquiler, y recubriéndose de formas diversas y a través de la continua utilización de eufemismos, se mercantiliza la capacidad de las mujeres de gestar e incluso la posesión de los bebés no nacidos cuya propiedad se convierte en objeto de un contrato.

Testimonios, recogidos de una noticia publicada en la Cadena Ser el sábado 4 de marzo, como el de Ihor Pechenoha, director de una clínica de vientres de alquiler, en Ucrania, son demoledores en ese sentido. Al tiempo que señala el aumento de la demanda porque “nuestras mujeres son guapas y fuertes” explica que “tiene que ir a buscar mujeres a países de la órbita post soviética, países que tienen que ser más pobres porque esto se hace por necesidad”. Para rematar con una afirmación que es definitiva: “No he conocido a ninguna mujer que lo hiciera por amabilidad. No lo hacen por ser amables, sino para criar a sus hijos, para mejorar su vida”

Otro testimonio, incluido en esta noticia, también muestra esta realidad. Es el de Olga, madre de 41 años con 3 hijos adolescentes y con un marido. En la noticia se señala que entre ambos apenas ganan 500 euros y que Olga está embarazada de 32 semanas y es la segunda vez que se alquila para gestar un bebé. Tuvo que quedarse embarazada para poder comprar una casa y acceder a una vivienda estable para ella y su familia. Se evidencia así que detrás de estos compromisos se encuentran situaciones muy difíciles que comprometen a la madre tanto a nivel emocional como físicamente.

La situación es aún más aberrante cuando leemos los consejos sobre los precios de la gestación subrogada dados por empresas que se dedican a este negocio. En la noticia se señala que aconsejan no regatear con las madres cuyos vientres se quieren alquilar. El motivo: cuando estás dispuesto a pagar menos, las mejores se van con otros padres con más poder adquisitivo y se corre el riesgo de quedarse con aquellas que las clínicas serias han rechazado porque no cumplían requisitos médicos o psicológicos.

En este sentido se observan fuertes presiones por parte de un sector que desea hacer negocio de esta situación. Las presiones se orientan hacia la implementación de medidas reguladoras que ofrezcan garantías en el proceso.

Una oportunidad perdida con una nueva ley

Con la aprobación de la Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo nos encontramos con lagunas y dificultades que han quedado resueltas de manera dudosa:

Así al tiempo que en esta ley se insiste en que “la gestación por subrogación o substitución es un contrato nulo de pleno derecho” vemos que estos negocios continúan en el extranjero y que recurriendo a las instancias jurídicas mediante acciones ordinarias de paternidad, se pueden regularizar estas situaciones (a lo que contribuye la instrucción de 2010 del ministerio de justicia que permite regularizar a los menores desde su lugar de origen sin que se haya anulado esta instrucción por el momento). Llegados a este punto hay que recordar que existen dos sentencias del Tribunal Supremo que reconocen que estos contratos no deben tener reconocimiento jurídico en España, que son contrarios al orden público y a los derechos humanos de las mujeres.

Por otro lado, mientras se prohíbe la promoción comercial de la compra-venta de los embarazos de las mujeres (algo que ya estaba prohibido desde antes), y con todo lo que esto implica durante nueves meses, basta con realizar una búsqueda en internet para encontrar fácilmente empresas que se dedican a esto de manera más o menos abierta o camuflada.

Para quien quiera profundizar más en esta cuestión puede remitirse a la entrada que realizamos en nuestra web, en el mes de noviembre, pinchando aquí donde encontrará un desarrollo ampliado sobre esta cuestión en un podcast que realizamos.

Queremos terminar diciendo que es fundamental para la clase obrera fijar posición sobre las diferentes formas de explotación de las mujeres. Mujeres de clase obrera que se ven obligadas, para sobrevivir ellas y sus familias, a aceptar estas prácticas. Prácticas que podemos decir, sin exagerar, que se acercan mucho a la esclavitud al vender personas, aún no nacidas, para solventar las necesidades de alguien: la frustración de no poder tener hijos que hay que recordar que no es ningún derecho. Puede ser un deseo o un anhelo pero nunca puede convertirse en un derecho y menos a costa de los derechos de otros seres humanos.

Por supuesto que entendemos que hay un problema de crisis reproductiva grave por el que muchas mujeres no pueden tener hijos porque no reúnen las condiciones de seguridad en la edad adecuada, pero esto no puede resolverse explotando la salud de otras mujeres y niños.

Vientres de alquiler: No todos los deseos deben convertirse en derecho

A continuación os dejamos con un artículo publicado en El Megáfono, el periódico de la Asamblea Interprofesional de Granada. El Megáfono, Asamblea Interprofesional de Granada

Es de interesante lectura, ante un debate tan ardiente que está encima de la mesa.

Vientres de alquiler: No todos los deseos deben convertirse en derecho

Desde hace un tiempo hemos venido escuchando en los medios de comunicación la cuestión de la maternidad subrogada. Se ha logrado situar este tema en la agenda política como si se tratase de una demanda social creciente cuando la realidad nos muestra que no existe actualmente ningún movimiento social con relevancia política que esté reivindicando, en las calles, su regulación.

Algunos partidos políticos, bajo el paraguas de evitar la mercantilización del cuerpo de las mujeres y de la vida humana, se han posicionado en favor de su inclusión bajo una norma legal. Así, Ciudadanos elaboró un proyecto de ley de maternidad subrogada en el que, inicialmente, establecía como requisito para poder ser madre gestante el de tener acceso a “los antecedentes penales”. Así es como la ideología se enmascara detrás de las leyes supuestamente neutrales. Cuando Ciudadanos pedía los antecedentes penales de la madre gestante (sin pedir los antecedentes de los padres adoptantes), daba por hecho que la mujer que se sometiese a dicho proceso iba a ser una mujer pobre con un pasado probablemente delictivo.

Hace unos días, saltaban a la prensa las declaraciones sobre este tema de Mónica Oltra, quien señaló que había que dar una solución “al sufrimiento de las mujeres que quieren ser madres y no pueden serlo, también desde el punto de vista feminista”. El propio Íñigo Errejón hablaba, hace no tanto tiempo, de la maternidad subrogada definiéndola como “la voluntad altruista de donar una capacidad”.

El problema de este tipo de planteamientos es que se entra en los debates políticos sin pensar en quién es el sector social que está detrás de su inclusión en la esfera pública. Desde hace ya tiempo la izquierda ha perdido la capacidad de imaginar un mundo sin capitalismo. Sin embargo, muchos de quienes empezamos a militar, lo hicimos convencidos de que la felicidad del ser humano y la justicia solo se alcanzarían acabando con el Estado burgués y alcanzando así la sociedad sin clases. Derrotados y, asumiendo que este proceso iba a ser más lento de lo deseado, comenzamos a convivir en el Estado social, una conquista del movimiento obrero. De algún modo, se reducía el beneficio empresarial a costa de reconocer derechos sociales: vivienda, sanidad, educación, protección por desempleo, protección en la vejez, etc. Llegados a este punto, lo que debiéramos preguntarnos es para qué vinimos a hacer política (institucional o en la calle).

Y, sin duda, la respuesta debiera ser que vinimos a hacer política para tutelar los derechos de los nuestros y, más concretamente, los de la clase trabajadora. Partiendo de esta base, debiéramos preguntarnos en qué modo beneficiaría la maternidad subrogada y su regulación a la clase obrera.

Yo, particularmente, no percibo en qué manera las condiciones materiales de vida de los de abajo podrían verse mejoradas por la regulación legal de los vientres de alquiler, en un Estado en el que, sistemáticamente, se están recortando derechos a los obreros. Por tanto, si vinimos a defender a los nuestros, lo que debemos hacer es posicionarnos políticamente en torno a los problemas diarios de la clase trabajadora, que son la precariedad, las violencias machistas, el desempleo, la falta de acceso a una vivienda digna… Así, el debate no es el de dar solución al sufrimiento de las mujeres que quieren ser madres y no pueden. El debate es el de dar solución al sufrimiento de los hijos de la clase obrera que, viniendo de entornos desestructurados, acaban su infancia en un centro de acogida o de menores a la espera de ser adoptados o acogidos temporalmente.

La izquierda, que viene a defender a los suyos, tiene que situar en el centro del debate el derecho de los hijos de los pobres a tener una familia, teniendo presente que no existe el derecho de los adultos a tener hijos biológicos. No existe en el seno de la clase obrera un problema de maternidad o paternidad biológica frustrada, más allá de que nuestros compañeros trabajadores no puedan formar un proyecto de familia tan pronto como les gustaría, porque las condiciones de precariedad laboral y económica no se lo permiten. Por ello, las mujeres obreras reivindicaron el aborto público, gratuito y de calidad.

Por tanto, la mejor solución para acabar con el sufrimiento de las mujeres de clase alta que quieren ser madres y no pueden es agilizar los trámites para que adopten a un menor pobre. Cuidar a un hijo del proletariado, al hijo de una mujer obrera, que no pudo hacerse cargo de él, eso sí que es feminista, altruista y revolucionaria.

vientres de alquiler II